Aunque a algunos siga sorprendiéndoles, Bucarest todavía nos ofrece una cantidad ingente de museos que visitar. El Museo Nacional de Arte Contemporáneo (MNAC) se distribuye en dos pisos perfectamente adecuados en la fachada trasera de la Casa del Parlamento y se accede a él mediante dos ascensores de cristal que, además, ofrecen unas vistas espectaculares sobre una parte de Bucarest.

 

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El museo ofrece exposiciones variadas a partir de un fondo propio muy extense y aunque ello pueda crear ciertas expectativas, lo cierto es que las obras de la actual exposición, Zoomania.ro, exclusivamente de autores rumanos, son bastante malas, basculando entre el puro kitsch y la cutrez con ínfulas (incluyendo cuatro curiosas pinturas-panegírico de la Epoca de Aur en honor al tirano Ceauşescu – un tanto amanerado aquí pese a la matanza de osos perpetrada -).

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A pesar de todo, existen honrosas excepciones, como la obra de Valeriu Mladin o el autor de la serie Câini de noapte (Perros nocturnos), cuyo nombre no recuerdo. Los enanos han alucinado con algunas obras, especialmente con una proyección más etnográfica que artística sobre el baile del oso que se realiza en Fin de Año en Bucovina. Por suerte, como el asunto iba de animales, se han distraído bastante.

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En el segundo piso, el MNAC, en colaboración con el Instituto Cervantes de Bucarest, ha organizado una exposición fotográfica con casi 90 obras de diez artistas españoles contemporáneos titulada Itinerarios afines. Es una lástima que la recomiende tan tarde – termina el día 12 de octubre -, sin embargo, el material expuesto bien vale una visita.

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Nuestra visita ha terminado en la cafetería del museo, en el cuatro piso de Casa Poporului, un lugar de lo más modernillo donde hemos tomado unos refrigerios y los enanos han jugado a perseguirse y ha hacerse bullullus.

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